El día “P”, de peces ha llegado.
Una gran reunión interoceánica se celebra en la cueva submarina número cuatro, cerca de Menorca.
Miles de animales marinos y peces, junto a los representantes principales de mares y océanos se dirigen a la reunión.
Hoy es un día de tregua, los animales han prometido no comerse los unos a los otros.
Las sardinas se han ofrecido para hacer de recepcionistas y procuran ayudar a los que llegan para que entren en orden a la cueva.
Las almejas y otros moluscos, como los mejillones, ocupan la parte más cercana al centro porqué son un poco duros de oído.
Las ballenas azules, delfines, orcas y animales de gran tamaño, están en la parte oeste más amplia. El escándalo que forman es increíble, sus voces chillonas llenan la cueva.
En el lado este, los peces pequeños se miran con miedo a los grandes.
Una manada de caballitos de mar reparte algas entre los pequeños, para tranquilizarlos.
En el lado sur hay bancos de atunes y bonitos.
Los coloridos peces tropicales llevan chaquetitas de algas y solo hacen que tiritar quejándose del frio que hace.
-¡Que friiiiooo!...- se lamentan unos peces globo. Son de color amarillo, con manchas negras y a través de sus chaquetitas se pueden ver sus púas, porque algunos se han hinchado.
Varios peces luna se reparten por la cueva para así reflejar la luz del sol que se cuela a través de algunos agujeros, de esta manera se ilumina todo el lugar.
Los tiburones blancos también tienen frio, pero disimulan, porqué se creen los más fuertes y no quieren que nadie se dé cuenta que tienen frio.
Mauricio Tiburón Blanco aprieta los dientes y se imagina comiéndose a todos los peces o dándoles un bocado a esas grandes ballenas.
Después, se sacaría los restos de entre los dientes con un caballito de mar.
Mauricio Tiburón se ríe de tan solo pensarlo.
En esos momentos, detrás de los camarones y las gambas, entran unos narvales del Océano Ártico.
Toda la cueva se queda en silencio. Los narvales son una especie muy rara, que nadie ha visto nunca, pero aquella reunión es muy importante.
Los narvales son como cachalotes, pero con un gran cuerno. Son lo más parecido a un unicornio que haya nadado los mares. Viven en aguas muy, muy frías.
Los narvales solo hacían que sudar, para ellos era un gran esfuerzo ir a la reunión. Vivían lejos y en aquel mar hacía mucho calor, pero habían ido porque tenían cosas muy importantes que decir.
En el centro, dirigiendo la reunión un gran calamar gigante de 20 metros miraba a los peces pasar.
Uno de los bonitos, que había entrado el último, abrió disimuladamente la boca y se comió una medusa que se había perdido.
El calamar gigante se dio cuenta con sus enormes ojos, y con uno de sus tentáculos pegó un golpe en la cola del bonito que se vio obligado a escupir la medusa.
La medusa huyo muy asustada a un rincón y el Bonito fue expulsado de la cueva por no cumplir las reglas.
Los últimos en llegar fueron los caracoles marinos y los pepinos de mar, que fueron demasiado orgullosos como para permitir que ningún pez los llevara encima y eran tan lentos…
Los ermitaños cedieron sus cascaras de caracol, para la megafonía y los micrófonos. Así todo el mundo se entendería mejor.
Una vez todos reunidos, el Calamar Romano comenzó a hablar.
-Hermanos peces, nos hemos reunido porqué tenemos un gran problema común.
LOS HOMBRES.
Están tirando a nuestra agua todo aquello que no quieren.
Sé que muchos de vosotros os alimentáis de la basura, pero llegará el momento en que no podremos seguir viviendo así.
TENEMOS QUE HACER ALGO-
Todo el mundo estaba en silencio era un tema muy importante.
Los narvales pidieron enseguida turno para hablar. Saturno Narval, media unos seis metros y su gran cuerno dos más, así que medía más o menos de largo como tres coches juntos.
Saturno Narval se quejó –Os tengo que decir que en el Océano Glacial Ártico la vida ya no es como era, ahora hace más calor, la comida escasea y nos estamos quedando sin hielo donde ocultarnos-
Todos los peces se asustaron, el mundo marino estaba en peligro.
Después hablaron los boquerones.
Tenían un gran problema, los humanos los sacaban del mar tan a menudo para comérselos que no les daba tiempo de criar más boquerones, así que la gran familia de los boquerones cada vez era más y más pequeña.
Muchas de las especies allí reunidas movieron las agallas en señal de estar de acuerdo con los boquerones. Muchas de ellas tenían el mismo problema.
El calamar gigante, llamó al bacalao para que se acercara.
El Bacalao Ladislao se acercó al centro de la cueva para que lo pudieran ver. Cuando era pequeño jugaba con un aro de plástico que había en el fondo del mar, pero fue creciendo y un día no se lo pudo sacar. El aro no lo dejaba respirar bien pero no podía librarse de el.
-¡¡¡¡¡¡OOOOOOhhh!!!!! Hicieron todos los animales allí reunidos.
El grupo de cangrejos se ofreció a ayudarlo e intentaron quitárselo.
Al fin después de mucho esfuerzo lo lograron.
- ¿Cómo está la situación en los ríos? Pregunto el Calamar Romano a Salomona salmón.
-También está muy mal, la mayor parte están muy sucios y cada vez hay menos agua dulce.
Los peces de agua dulce envían saludos a sus hermanos de sal y han organizado varias reuniones en ríos caudalosos como el Amazonas, el Nilo, el Ebro…, pero les gustaría haber podido venir.- dijo Salomona Salmón.
Los tiburones tampoco estaban contentos
-Venimos desde el Océano Pacífico. Los hombres nos quitan la comida y pasamos hambre- dijo el Tiburón Mauricio.
Mauricio llevaba en la aleta dorsal un aparato que le habían colocado los humanos. Era de color naranja y tenía números.
-Además, desde que me pusieron esto en la aleta, ninguna tiburona quiere hablarme-
Los otros tiburones se rieron y Mauricio Tiburón se enfadó mucho. Comenzó a dar mordiscos a diestro y siniestro en señal de enfado.
El calamar gigante intentó calmar a Mauricio Tiburón y riñó a los otros tiburones por haberse burlado de él.
La ballena azul del Índico también estaba disgustada por la pesca, ellas tenían ballenitas cada 5 años. ¿Cómo iban a resistirlo?
-Bueno. Ya veo que la situación es peor de lo que pensaba ¡¡SOLUCIONES!! ¿Qué hacemos?- Dijo el Calamar Romano.
- Nos los comemos a todos- Dijo Mauricio Tiburón que aun estaba enrabiado.
-No creo que sea muy buena idea. Creo que son muchísimos, nos costaría mucho comérnoslos a todos - Dijo Calamar.
- ¿Y si los vamos pescando? Cuando tiren las redes, zaas, al agua- dijeron las sardinas.
-Bueno, es una idea. Aunque no sé si funcionará- dijo el Calamar.
La cueva se quedó en silencio. Nadie más sabía que decir.
-Os voy a proponer una idea-dijo el Calamar Romano.
-Hagamos una manifestación por la calles del mundo. Que se enteren que no pueden seguir así. Y si no rectifican, ya veremos-
Un gran aplauso de aletas y conchas invadió la cueva. Así se haría.
Durante mucho tiempo prepararon las manifestaciones desde el fondo del mar. Con los mismos plásticos que había en el fondo hicieron pancartas.
La parte más difícil la hizo el Calamar.
Fue a ver a Neptuno para pedirle que permitiera a los animales salir del agua durante unas horas para manifestarse.
Fue al lugar más profundo del océano. Él era el único que podía llegar allí.
Cuando llegó al palacio de Neptuno, la vista fue horrible. La entrada que antes era de algas y coral estaba llena de basura.
Cuando se lo pidió a Neptuno este le dijo que sí rápidamente, contento de que los animales del mar se rebelaran.
Por toda el agua corrió la voz de la manifestación convocada. Las ballenas se encargaron, se las podía oír a muchísimos kilómetros.
El día de la manifestación peces de todas las especies empezaron a salir del agua bajo el asombro de la gente que los veía.
Los peces no podían caminar, así que flotaban por el aire con sombreros de basura que habían recogido. Era impresionante verlos coger las pancartas con la boca y vestidos de basura.
En todas las ciudades del mundo hubo manifestaciones.
Las ballenas azules pasaron por las calles de New York, los tiburones blancos se fueron a Brasil, los rapes se fueron a Barcelona, por Madrid pasaron los barbos del rio Manzanares, a Sevilla fue el pescado pequeñito, los bonito fueron a Santurce…
Todo el mundo se miraba los peces de las manifestaciones con la boca abierta. Se restregaban los ojos por que no se lo creían. La gente les hacía fotos y todos los reporteros los sacaron en directo por la tele.
Los animales que podían hacer ruidos, se quejaban en su idioma y los que no, enseñaban sus pancartas escritas en idioma marino.
Lo que no habían pensado era que sus pancartas no se entenderían porque no estaban escritas en humano, pero solo viéndolos pasar se podía entender lo que querían.
Al acabar el día volvieron a sus mares, océanos, ríos y embalses.
Parecía que su manifestación había sorprendido mucho a los humanos.
Los humanos se reunieron al igual que habían hecho los peces y decidieron respetar más a los animales acuáticos.
Al principio fue genial, la basura dejo de llegar, y ya no pescaban tanto.
Los espías de la tierra que vivían en acuarios los informaban de todo.
Que tontos, los tenían en acuarios mirándolos, cuando en realidad los que los observaban eran los peces a ellos.
Habían hecho leyes, como las llamaban ellos, que prohibían la pesca en épocas de cría.
Al cabo de cuatro meses estas leyes ya no se cumplían y al cabo de seis meses todo volvía a ser igual.
Se volvió hacer otra reunión marina.
Después de mucho discutir llegaron a una decisión que comunicaron a todos los animales.
Pancartas por todos los rincones del mar decían:
SE DECLARA LA GUERRA DE LOS PECES A LOS HUMANOS.
TODA LA BASURA SERA SACADA DEL AGUA Y EXPULSADA A COSTAS Y CIUDADES.
TODAS LA REDES SERÁN CORTADAS POR LOS CANGREJOS Y LOS PECES SIERRA.
CADA ANZUELO CON CEBO SERÁ SUSTITUIDO POR BASURA.
NADIE SE DEJARÁ PESCAR BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA.
Eso hicieron, todos contribuyeron.
Los peces pequeños recogían latas y plásticos y los acumulaban en las orillas de las playas, desde allí las ballenas con sus grandes colas lanzaban las pelotas de basura a las ciudades y pueblos.
Un día empezó a llover basura por toda la tierra. Eran los peces quienes provocaban esta lluvia.
En el agua había tanta basura que en poco tiempo las costas y las ciudades se llenaron de porquería.
Los hombres no pudieron cerrar los ojos a aquello. Decidieron realmente cumplir las leyes y respetar a los animales acuáticos.
El agua se fue limpiando, cada día estaba más azul.
Los peces poco a poco se fueron calmando cuando vieron que los hombres les ayudaban a sacar la basura del agua y la guerra se acabó.
Volvieron a tener paz.
Entonces los humanos se dieron cuenta de algo:
El agua que bebían ahora era muy pura.
Los alimentos que plantaban con el agua de regar sabían mejor. Las playas eran más bonitas que nunca.
Ahora siempre había gente paseando cerca de las playas, ríos y embalses, porque era maravilloso verlos así de limpios.
AL FIN SE DIERON CUENTA
AYUDANDO A LOS ANIMALES SE HABÍAN AYUDADO A SI MISMOS.
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1 comentario:
Muy buen cuento, sí señora. Me ha gustado mucho.
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