domingo, 22 de noviembre de 2009

Pequeña Billy

Había una locomotora de tren a vapor pequeñita con las puertas grises que se llamaba Billy.
Llevaba unas franjas rojas a los lados que le pintaron a los 15 años y lo hacían sentir como una locomotora mayor.
El sueño de Billy era ser repartidor de pizzas. Así que un día llamó a la pizzería del pueblo que vivía y le dijo al pizzero – Tomás, tienes que contratarme como repartidor, yo soy lo que necesitas, soy fuerte y veloz-
Tomás no lo veía muy claro, una locomotora haciendo de repartidor de pizzas, era increíble, y además tan joven. Ya se sabe que los jóvenes no son responsables, pensaba él.
Pero bien pensado, tenía razón, era justo lo que necesitaba, era muy rápida y más fuerte que ninguno de los muchachos que tenía y podía llevar varias pizzas a la vez antes que se enfriaran.
Tomás el pizzero se lo pensó mucho antes de llamar a Billy.
Le daría una oportunidad. Cuando llamó a Billy pitaba de alegría.
Pero a su padre una locomotora Tender, le pareció horrible que su hijo quisiera ser repartidor.
Billy se hizo repartidor aunque a su padre no le gustó. Le hicieron una gorra a medida verde en la que ponía Pizzería Tomás.
Y llegó el gran día en que Billy tuvo que sacar sus ruedas de las vías para ir a repartir, levantó una rueda, levantó otra rueda y de un salto salió de sus vías. Se le hacía tan raro no circular por las vías de metal, el suelo no era tan frio y no resbalaba tan bien.
Tuvo que dar varias vueltas para entrenar. Al final le gustó tanto que aceleraba de golpe y cuando iba muy rápido frenaba derrapando y todas las piedras de suelo salían volando. Era tan divertido. Se sentía muy feliz.
Aquella noche repartió varias pizzas por todo el pueblo. La gente se asombraba de verlo fuera de la estación y dando vueltas con aquel enorme sombrero verde de la pizzería. Era muy gracioso verlo.
Calentaba la parte posterior de la locomotora para que las pizzas no se enfriaran y nunca llegaba tarde a ninguna entrega.
Tomás estaba muy contento con él.
Todo el dinero que ganaba se lo daba al pueblo, y su padre como veía que hacía un buen trabajo dejó de estar enfadado.
La gente del pueblo estaba también muy contenta con Billy eran el único pueblo alrededor que tenía un repartidor que era una locomotora de tren. Los turistas venían para pedir pizzas y verlo como silbaba cuando las entregaba.
Todo el mundo sabía quién había comprado pizzas aquellas noches porque cuando amanecía se veía las marcas de las ruedas de Billy en la arena de las calles
Pasaron los años y Billy fue creciendo, llegó un momento en que ya no cabía por las calles, que estaban pensadas para que pasaran personas o coches, pero no locomotoras.
Tomás tuvo que hablar con Billy
-Ya no puedes repartir pizzas Billy, has crecido, te has hecho mayor y eres demasiado grande para nuestras calles.- le dijo Tomás.
Cuando volvió a casa las lágrimas empañaban sus faros.
Su padre estaba muy apenado de ver así de triste a Billy.
La locomotora Tender y Tomás tuvieron una reunión muy seria, había que hacer algo para que Billy volviera a ser feliz.
El día del 30 cumpleaños de Billy se reunió todo el pueblo, le habían traído un gran regalo. Billy no estaba muy contento pero cuando abrió el regalo encendió sus faros de emoción, era una campana grande en la que ponía Pizzería Billy y Tomás.
Piiiiiiiii- bufó Billy – ¿Qué es esto?
Tomás había abierto una pizzería más grande en el pueblo y había contratado a mucha gente, para hacer las mejores pizzas.
Desde entonces Billy la locomotora repartió por todos los pueblos que había alrededor.
Su pueblo pudo asfaltar todas las calles y hacer un colegio nuevo, gracias al dinero que donaba.
Lo había conseguido sería un gran tren de mercancías, sería el mayor repartidor de pizzas de toda la historia.
Piiii pppiiiiiii…….